Tu ausencia

Nadar en la piscina hasta encontrarme exhausta. Las caminatas entre edificios o en la naturaleza. La pereza, que he traducido desde hace tiempo como miedo a enfrentarme a algo nuevo o conocido que sé que me cuesta. La escritura. El deseo de conocer nuevos lugares y culturas. Los silencios. Todas esas cosas tuyas las hago mías para poder así sentirte en mi propia carne y espíritu.

Tres años han pasado desde que nos dejaste. Sigo sin entender muy bien dónde estás. Sigo con la esperanza de volver a encontrarte.

Cada día te echo más de menos. Cada día te admiro y valoro más.

No me dí cuenta de que te hacías mayor. De que te acechaban miedos. De que te tropezabas de vez en cuando al caminar.

No me dí cuenta de que estabas ya muy cansado. No me dí cuenta de que en cualquier momento nos podías dejar.

Si sólo hubiese estado más atenta. Mirando más hacia ti y menos a mis quehaceres y batallas cotidianas…

Me hubiese gustado oir de tu boca un susurro de auxilio. Me hubiese gustado que me vapuleases para ser consciente de lo que estaba pasando. Me distraje.

No me di cuenta y sin embargo muchos detalles me decían que te estabas despidiendo.

Fuiste un maravilloso guía espiritual. Podía hablar libremente contigo sobre lo que para mí implica la espiritualidad. Me escuchabas. Y me retabas.

Una vez me dijiste que siempre estoy buscando respuestas. Que no me conformo con lo que es. Sin embargo tú, eras un claro ejemplo de cómo recibir de la vida lo que nos va presentando. Con sabiduría, sin perder la cordura.

Y sigo buscando, cuando quizás, lo sensato sería vivir como tú bien plasmaste en el precioso poema; «Déjate vivir la vida»

Padre, te echo de menos. Echo de menos tus abrazos. Echo de menos tu poder de adaptación. Echo de menos verte disfrutar de las cosas pequeñas. Y de las grandes también. Echo de menos ese más de metro ochenta y tu calva tan brillante.

Querría preguntarte tantas cosas. Ahora sé que guardabas mil respuestas.

Me hubiera gustado charlar, discutir, mimarte mucho más de lo que lo hice los últimos años. Me hubiese gustado que te fueras sabiendo lo mucho que te quería y admiraba. Sabiendo que todos y cada uno de los escritos que compartiste conmigo buscando una opinión, significaban para mí amor en estado puro.

Quiero seguir tu ejemplo. Quiero encontrar tus huellas en la arena, para poder seguirlas, para no alejarme de la senda que marcaste. Quiero que puedas enorgullecerte de esa parte de ti que se ha quedado en mi. Cultivarla para que no se pierda.

No permitas que se desvanezca el recuerdo de tantos momentos y tantas experiencias compartidas. Desde donde estés, inspírame. Ayúdame a ser mejor persona y no me dejes caer.

Y yo desde aquí prometo estar bien atenta. Prometo buscar tus huellas, seguir tus pasos y surcar mi senda.

Tres años hace que te fuiste. Gracias padre, por todo lo que me diste.