Saber perder

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El otro día leí un artículo de Isabel Allende que me hizo reflexionar. Agradezco habérmelo encontrado en mi camino. Justo en el momento en que lo necesitaba, como en realidad pasa con todo en la vida.

Me preguntaba cuándo iba a tener la necesidad de volver a escribir. Hasta llegué a pensar que estaba perdiendo parte de ese palpitar que me pide contar lo que siento y lo que vivo. Pero la esencia siempre vuelve, y lo que nos nutre no cambia de la noche a la mañana. Así que aquí estoy, de nuevo tecleando en mi ordenador.

Volviendo a Isabel Allende, a su artículo y a lo que me atrapó. El escrito, transmitía un mensaje que en los últimos meses no hago más que recibir por diferentes medios. Un mensaje que está calando en mí muy hondo y alimenta mi capacidad para encontrar nuevas fuerzas para enfrentarme a la vida. A esta vida tan diferente a la que me hubiese imaginado nunca vivir.

Hablaba de la experiencia de perder. Y explicaba cómo para la escritora, la vida era un continuo perder, con el consecuente ejercicio de adaptación que conlleva asumir cada pérdida.

No recuerdo si también lo escuché de un sacerdote o lo leí en uno de los libros de desarrollo personal en los que suelo encontrar inspiración; «La vida consiste en saber perder lo que se ha ganado». Qué frase tan difícil de digerir. Cuántas formas diferentes de interpretarla.

Este mensaje que puede parecer de entrada incoherente, me conduce a una reflexión clave para encontrar fuerzas para levantarme cada mañana, más ahora cuando se me escapa el sentido de la vida. La toma de conciencia de la posibilidad real de la pérdida, me invita a valorar cada segundo, a saborear cada día, cada hora, cada minuto que se nos regala. Me ayuda a valorar las experiencias, a las personas que me cruzo en el camino y a los obstáculos que supero junto a ellas.

Todo aquello que se va, todo aquello que perdemos, deja un vacío. Ese vacío duele, desespera y nos llena de incertidumbre. Nuestro ego nos pide a gritos que lo llenemos rápido, que no le demos cabida a ese dolor tan profundo que nos provoca mirar hacia nuestro interior y no encontrarnos. Nos pide que lo tapemos, que lo ignoremos, que hagamos como si no existiera. Pero he aprendido con el tiempo que ese vacío hay que acariciarlo, hay que mimarlo, hay que disfrutarlo. Hay que cubrirlo poco a poco con tierra nueva, regarlo.

En esta ocasión, en los tiempos que estamos viviendo, sin precedentes para mi generación, lo que me mantiene rota por dentro y sin encontrar de momento aguja e hilo con la que remendarme, es la pérdida de la libertad para elegir cuándo y dónde encontrarme con mis seres queridos.

Hace más de cuatro meses que perdimos a mi padre. Mi madre perdió a su compañero de toda una vida y el resto de nuestra extensa familia y círculo de amigos perdió a un ser carismático, a un gran sabio, a un hombre con una sensibilidad poco común y un amor por lo sencillo y lo auténtico que llevamos sus hijos en la sangre.

La pérdida de mi padre, se junta con la pérdida de libertad para poder ir a llorarlo junto a mi familia.  El vacío que él ha dejado, se ve acrecentado si cabe por el vacío de la pérdida de mi libertad. Qué momento más difícil. Y que ocasión para aprender a saber perder. Y a valorar lo que todavía tengo.

He intentado llenar esa suma de vacíos de mil formas.  He intentado distraerme haciendo deporte, levantar mi ánimo charlando con amigas, dedicarme de lleno a la decoración de nuestra casa. Todas esas actividades me han aportado momentos agradables y placenteros y sobre todo han ocupado mi cabeza, restándole así espacio a los pensamientos que me conectan de lleno con la tristeza y la ausencia.

Pero ese vacío sigue ahí. Lo acaricio, aunque duela. La soledad que siento en este momento al no poder abrazar a mi familia, sigue ahí. La abrazo también. Duele.  Siembro y riego esos espacios de ausencia y soledad con los recuerdos. Aunque todavía duela recordar. Y espero con paciencia a que mi corazón esté preparado para recibir lo nuevo. Lo que me devolverá la ilusión. Lo que me proporcionará serenidad y sosiego para esta nueva etapa de mi vida.

 

 

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