Dicen

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Dicen que la mejor forma de liberar las emociones estancadas es expresarlas a través del arte. Y a través del arte es como se comunican muchas personas que no logran hacerlo de otro modo. 

Qué difícil es expresar nuestras necesidades, sobre todo cuando la empatía entra en juego y se quiere siempre lo mejor para el otro. En muchas ocasiones, no nos damos cuenta de que lo que suponemos mejor para el otro, y sin pararnos a pensar, elegimos, no sólo a lo mejor no es mejor para quien así lo suponíamos, sino que además, va minando nuestra autoestima y la confianza en nosotros mismos.  

Haced la prueba. Si alguna vez sentís que perdéis vuestro poder (y no me refiero al poder tal y como se define en el diccionario, sino a la fuerza que nos mantiene vivos y palpitando a nuestros corazones), no tenéis más que empezar a tomar decisiones que llenen vuestra vida de sentido. Por pequeñas e insignificantes que parezcan. O alocadas. O fuera de lo que se espera de uno. En el momento en que las decisiones se toman desde el corazón y con la perspectiva que nos da ver el mapa completo de nuestra existencia, no nos equivocaremos. Porque además, si nos equivocamos, siempre será para aprender una lección que estaba preparada para nosotros.

Yo siento que la vida me pone a prueba cada día, cada minuto. Porque en cada decisión que tengo que tomar (numerosísimas a lo largo de la jornada) tengo que recordarme sin cesar la importancia de ponerme como prioridad. Puede sonar egoísta, pero en mi caso, es un ejercicio que no puedo dejar de hacer. No puedo olvidarlo ni un sólo instante, porque como el que aprende un idioma, lo pierde si no lo practica, el que no sabe ponerse como prioridad, no lo aprenderá si no se lo permite cada día un poquito más. Y así como a unos les toca aprender otras cosas en esta vida, a mí me ha tocado aprender entre otras ésta.

En estos tiempos de cambio y de incertidumbre, este reto personal se ha hecho todavía más difícil. O quizás no. En circunstancias cambiantes, necesitamos tener la flexibilidad de ir adaptándonos a lo que llega y manejar las situaciones con las herramientas que hemos ido recogiendo por el camino. No podemos recurrir a antiguos hábitos o costumbres que nos hacían sentirnos plenos. Tenemos que buscar, sin embargo, otros nuevos que hagan nuestro corazón palpitar con fuerza de nuevo. Y esto, y a eso me refiero cuando digo que a lo mejor el reto no es más difícil que antes, nos obliga prácticamente a empezar desde cero e ineludiblemente mirar hacia adentro. Sí, quizás el hecho de mirar hacia adentro sea un reto difícil en sí mismo. Pero lo es mucho menos cuando como ahora, la vida nos obliga a parar y nuestra mente se despeja de la carga de lo superfluo, permitiéndonos así organizarnos en torno a nuestras verdaderas prioridades.   

Y así me encontraréis. Tratando de buscar las rutinas que dentro de todo este caos me desvelen un nuevo horizonte, una esperanza, una razón de ser . Rutinas que permitan dar salida a mis emociones.  Rutinas que estructuren mi vida de tal forma, que prioricen lo que personalmente más me conviene, para así poder dar lo mejor de mí a los demás. Muchas de estas rutinas que ya he empezado a desenmascarar son viejas amigas,  viejas conocidas. Otras, seguramente las que más, son completamente nuevas para mí y abren caminos antes nunca explorados.

Ando en pleno descubrimiento. Hasta me he apuntado a un curso sobre «resiliencia», concepto que ahora está muy de moda. Y me he dado cuenta, de que cuando termina la clase de cada jueves a las 2 de la tarde y releo las notas que he tomado en mi cuaderno, me suena mucho, pero que mucho el contenido . Esos mensajes ya los he recibido antes. Esas sugerencias ya las las he seguido en otras ocasiones. Esas «fórmulas» andan por ahí escritas en algún otro cuaderno, sabe Dios olvidado en qué cajón.  

Y entonces me siento como el hamster que da vueltas y vueltas sobre la misma rueda sin llegar a ningún sitio. Y al mismo tiempo me doy cuenta de que todos los caminos llegan al mismo lugar. Así que me planteo que quizás no esté repitiendo las cosas exactamente de la misma forma. Quizás la información sea aparentemente la misma pero llegue a mí en un momento de mi vida en el que puedo sacarle más partido. Porque en la espiral de la evolución, aunque parezca que vivimos la misma situación una y otra vez, o que recibimos los mismos mensajes, estamos avanzando sutilmente. El mismo mensaje en otra etapa de la vida, tiene un impacto diferente, y puede llevarme más lejos, más alto en la misma espiral, aunque mi percepción me lleve a pensar que sigo en el mismo punto. Así que concluyo con alivio que nada de hamster y nada de rueda.

En mi curso de los jueves, he reaprendido el concepto de los hábitos «no negociables». Aquellas cosas a las que no voy a renunciar bajo ningún concepto, ni aunque un hijo mío golpee la puerta de mi dormitorio gritando que la casa está en llamas, suponiendo siempre claro está, que no hay nada realmente ardiendo. Como buena alumna del curso que soy, me he dispuesto a pensar en ese hábito que a partir de hoy será no negociable para mí. Ese regalo que me voy a hacer a mi misma cada día y que forma parte del nuevo ejercicio de priorizarme.  Después de pensar no por mucho rato, me comprometo conmigo y con quienes me leéis a escribir diariamente 30 minutos. A plasmar mis emociones. A compartir mis experiencias.

Así que como dicen que la mejor forma de liberar las emociones estancadas es expresarlas a través del arte y también dicen, que el hábito hace al monje, me dispongo a mantenerme firme en mi nuevo compromiso y a compartir con vosotros este reto.

 

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