El poder de la sonrisa

La Sonrisa De Alas Flameantes Joan Miro

(La sonrisa de Alas Flameantes, Joan Miró)

Al sentarme a escribir sobre el inmenso poder de la sonrisa, lo primero que viene a mi mente es ese maravilloso regalo que supone la primera sonrisa de un bebé. Esa sonrisa que nos desarma y enternece. Esa sonrisa que se dibuja vaga pero concisa y dura lo que dura un parpadeo.

En los primeros meses de vida, ese pequeño captará nuestra atención con sonrisas «reflejo». Sonrisas reveladoras de su sentir. Esbozados gestos que muestran la satisfacción después de una comida, durante el sueño, o en el momento del aseo, mientras permanece sumergido en el agua tibia de un baño.

Después de un tiempo, aparecen las sonrisas «conscientes», como respuesta a estímulos externos y a carantoñas que familiares, amigos y desconocidos regalan al pequeño, presos de esa ternura y magia que trae una vida recién comenzada.

El bebé, en su mundo interno, no analiza o calcula los efectos que su sonrisa produce en su entorno. Simplemente la comparte, porque sí, porque es espontáneo y libre en sus reacciones. Nos sonríe y nos atrapa en su atmósfera de protección y cuidado, de despreocupación completa. Nos muestra la cara amable y hermosa de la existencia.

Muchos adultos, sin embargo, con el tiempo nos tornamos precavidos y tendemos a medir la manifestación de nuestras emociones, o más bien a eludirlas, mientras estamos distraídos con otras cosas. Y nos perdemos algo tan grande y tan sencillo. Nos olvidamos del poder de la sonrisa.

Cuando habito en el presente, tengo la fortuna de sentir como mi corazón palpita a mayor velocidad al devolver una sonrisa. Siento latir fuerte mi corazón si recibo una sonrisa en respuesta a un saludo mañanero, en respuesta a una caricia, a un cumplido, a un apretón de manos en un momento difícil. Y también mi corazón late más fuerte cuando observo la sonrisa que tímidamente se dibuja en los labios de la persona a la que le sostuve la puerta para que cruzase un umbral, o en los de aquella otra que se relaja al recibir una broma que aligera una tensa espera.

Cómo será de fuerte el poder que la sonrisa ejerce sobre mí, que hace que me sienta más ligera, más capaz, más libre. Más consciente de la tierra que me sostiene y de mi lugar en el mundo.

Si lo primero que hago por la mañana, al despertarme, es dedicarme una sonrisa, el día empieza de otra manera. La sonrisa, me prepara para afrontar el día desde el agradecimiento, desde la fuerza que me da mi propósito de vida, aquello que hace que mis jornadas tengan sentido. Y en los días en que no alcanzo a entender ese propósito, o que siento que se escapa de mis manos, la sonrisa me da esperanza, me susurra que siempre hay algo por lo que ofrecer el día. Me recuerda que soy yo la que tiene el mando, la que dirige mi vida y la que decide cómo afrontarla.

Esta mañana, cuando he salido a dar mi paseo diario, he descubierto un elemento mágico más de la sonrisa. He descubierto, que la sonrisa tiene la capacidad de en tan sólo unos segundos, crear una complicidad y una unión tal entre las personas, que  transmite lo que la palabra no alcanza.

Esta mañana, al cruzar mi mirada con aquellos que como yo, disfrutan todavía de un paseo al amanecer, he sido partícipe de las duras realidades a las que cada uno se enfrenta en estos momentos.  Porque sus miradas, son puro espejo de las mías. Mi sufrimiento, es puro espejo del sufrimiento del otro. Mi esperanza, es su esperanza.

Me atrevo a decir que en lo que llevo de vida, hoy más que nunca, entiendo a la persona con la que comparto una sonrisa. Hoy más que nunca, me alegro con sus alegrías y me entristezco con sus penas. Porque son las mías, y las entiendo. Porque son las mismas para todos, sin importar la nacionalidad, la edad o la raza. Porque lo que nos preocupa hoy, es lo mismo para todos.

Y es por eso, que al cruzar mi mirada con la del otro, no puedo más que ofrecerle mi sonrisa. Sonrisa muestra de mi empatía, muestra de mi compresión y muestra de que estoy aquí, ofreciendo un hombro que ahora no puede alcanzar a tocar, para que descansen en él sus preocupaciones e incertidumbres.

 

 

 

 

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